Ahí estaba, mirando por la ventana, con mi camisa puesta y
el pelo cayéndole por la espalda como una cascada de deseo. Notaba las finas
líneas de todo su cuerpo, su cuello, sus caderas, sus piernas… Parecía que
estaba diseño para provocar un ardor sofocante en mi.
Me acerqué, la rodeé la cintura con un brazo y la besé el
cuello, empezando un juego que sabía que ella no podría rechazar. No podía
darse la vuelta, pero notaba como su cuerpo iba reaccionando al roce de mis
labios en su piel, a mis suaves mordiscos… La mano que tenía libre empezó a
recorrer muy lentamente su cuerpo, subió por una de sus piernas, pasando por
sus caderas y llegando hasta sus pechos, donde se quedaron jugueteando lenta y
tranquilamente con sus pezones. No quería acelerar las cosas, todavía no era el
momento.
Empezaba a notar sus brazos tensos, clavándome las uñas
mientras su respiración no hacía más que acelerarse. Y yo, mientras seguía
besando y mordiendo su cuello, sonreí y
fui subiendo hasta el lóbulo de la oreja, lo que provocó que ya no fuesen
suspiros lo que salía de su boca, sino leves gemidos. Estaba lista, era el
momento de subir de nivel, por lo que bajé mi mano de sus pechos y empecé a
descender por su estómago, bajando y bajando, disfrutando de su respiración
que, a medida que estaba más cerca, más acelerada era, y al llegar, teniéndola
totalmente excitada me quedé ahí, jugueteando, acariciando mientras sus gemidos
era cada vez más audibles. No podía darse la vuelta y no estaba dispuesta a
parar, quería que me lo pidiese, y al final lo hizo. Cuando ya no podía más la
petición que estaba deseando oír salió de sus labios, y se la concedí, mis
dedos se introdujeron en ella con una pasión fruto del deseo. Iba al ritmo de
sus pulsaciones, bajaba la intensidad cuando las cosas iban demasiado rápido
pero en seguida volvía a la rapidez. Al final, cuando estaba al borde del
éxtasis gritó, la agarré con fuerza mientras notaba sus uñas haciendo una
presión total sobre mi brazo, y no paré, no paré hasta que noté que su cuerpo
llegaba al más alto de los placeres.
Cuando acabó la solté, se dio la vuelta y vi esa mirada que
tanto me provocaba que indicaba que
ahora, mandaba ella. Me cogió de la cintura y me llevó hasta la cama, tirándome
sobre ella con la poca delicadeza que tanto deseaba. El juego no había hecho
más que empezar.
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