jueves, 2 de enero de 2014

Una noche más

Empezó a recorrer la habitación con la mirada perdida. Analizaba cada cuadro, cada objeto, cada gota de pintura, o eso parecía. Sus ojos no eran más que dos cristales color café que mostraban una profunda tristeza, una fragilidad camuflada en fingida alegría. Eran unos ojos que deseaban olvidar, mostraban un alma que amenazaba con quebrarse en fragmentos cortantes.


¿Qué había pasado? En algún momento había dejado de preocuparse por ocultar ese infinito dolor, en algún momento, simplemente, había dejado de pensar en el amanecer. 
Se miró las manos, ¿esto era todo lo que podía hacer? sentía que había perdido la fuerza, que no podía hacer nada salvo eso, mirar a una nada cada vez más indiscutible, procurando aplacar a todos los monstruos que habitaban en su cabeza y rezando por que en algún momento los días dejasen de teñir el mundo de gris. 

- "¿Podrías hacerlo, sabes?"

- ¿Huir?

- "Dejarlo. Desaparecer"

- No, no puedo. 

¿O si podía?, esa conversación interior la tenía todos los días, era una constante batalla capitaneada por el pasado y el presente, llevada a cabo en lo campos de su memoria. El problema era que tanto el pasado como el presente, eran duros. Los recuerdos eran gotas de sangre esparcidas por las paginas en blanco de la memoria. Y los sueños... Los sueños eran máscaras que llevaban las pesadillas para adentrarse cada noche en su cuerpo. Pero no podía huir, no podía hacer nada salvo luchar.
Dejó su vista posada en un viejo cuaderno, se levantó y lo cogió. Al abrirlo descubrió todas aquellas palabras que su boca no había sido capaz de pronunciar, todos esos gritos silenciosos que se quedaron reinando en el olvido de unas hojas de papel. 
Así se quedo largo rato, acariciando las palabras con aquella mirada en el silencio más escandaloso, fue el ruido de las gotas contra el papel lo que la hizo levantar la mirada y darse cuenta de lo rota que estaba. 

- ¿Sabes? es difícil. 

- "¿Recordar?"

- No poder olvidar, no ser capaz de sacar el nudo que tengo en la garganta, ni de gritar en un silencio que no hace más que molestar. No ser capaz de volver a encontrarme... Sentirme tan sola... Tan frágil. 

Y así se quedó, quieta, rodeándose con los brazos y los puños apretados, soltando todo el veneno que le recorría las venas en unas lágrimas más que conocidas, hablando con la conciencia que en tantas noches la había acompañado. Perdió la noción del tiempo, y cuando miró por la ventana, vio el alba rompiendo el eco de las estrellas. Era la hora de levantarse.
Se secó las lágrimas, y vio el amanecer. Una pequeña sonrisa se dibujo en sus labios. Era una pequeña sonrisa de esperanza, un pequeño boceto de lo que algún día, acompañada de la calidez del sol, esperaba conseguir. 
Así salió de la habitación, con la pequeña promesa de deleitar al universo con una conciencia tranquila. Estaba rota, sí. Pero por muy tristes que estuviesen sus ojos... Era la hora de luchar.

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