El amanecer que ante mis ojos se contempla se levanta rojo y negro, manchando el cielo en una oscuridad que ni la mismísima noche puede llegar a alcanzar.
Esos colores son los que me cubren ahora mismo.
Las gotas escarlata caen lentamente, haciendo del día a día la agonía de ver como el pequeño mundo en el que estoy se desploma sin previo aviso, dejando al descubierto las heridas que anteriormente guardaba tras un muro impenetrable llenas con los desquebrajados trozos de lo que en su día fue un corazón.
El palpitar cesa a cada segundo que pasa.
Y es ahora, con el cielo nuboso sobre mí y las pequeñas gotas de agua acariciándome el rostro cuanto he llegado a mi límite de fuerzas. Toda esta masa de dolor se expande ahora como un tumor sin dar opción alguna al antídoto.
Dijiste que siempre estarías conmigo pero, ¿dónde estás ahora que te necesito?, ¿y dónde está ahora todo el amor que sentí por ti? Ese amor se ha transformado en desprecio, y aun a si todavía le dedico líneas llenas de nostalgia e incluso odio, tal vez son demasiadas las heridas que se han abierto de nuevo, tal vez las he descuidado bastante y ahora han vuelto.
Pum pum, pum pum, los latidos siguen pero cada vez son más débiles, pum pum, pum pum… Espera, ¿por qué tengo que rendirme ahora?, ¿por qué no puedo volver a cicatrizar las viejas heridas? Un pequeño destello se ve entre las nubes, una pequeña luz acaba con el amanecer rojo y negro. Si, ahí está, la esperanza, la misma esperanza que me ha mantenido a flote durante largos años.
Se acabó, vuelvo a tapar las heridas y a levantarme del suelo mojado sobre el que estoy, a sido suficiente, la bomba de relojería que lleva tanto tiempo intacta aparece ahora de forma amenazadora. No tendré reparo alguno en dejarla explotar y no estoy segura de cuando sucederá eso. Pero de lo que sí que estoy segura es de que no volveran a sangrar las heridas, no volverán a abrirse, eso ya se acabó, ahora es el momento de levantarse y sanar de nuevo esas viejas cicatrices para protegerme a mí misma, para levantarme día tras día.
Esos colores son los que me cubren ahora mismo.
Las gotas escarlata caen lentamente, haciendo del día a día la agonía de ver como el pequeño mundo en el que estoy se desploma sin previo aviso, dejando al descubierto las heridas que anteriormente guardaba tras un muro impenetrable llenas con los desquebrajados trozos de lo que en su día fue un corazón.
El palpitar cesa a cada segundo que pasa.
Y es ahora, con el cielo nuboso sobre mí y las pequeñas gotas de agua acariciándome el rostro cuanto he llegado a mi límite de fuerzas. Toda esta masa de dolor se expande ahora como un tumor sin dar opción alguna al antídoto.
Dijiste que siempre estarías conmigo pero, ¿dónde estás ahora que te necesito?, ¿y dónde está ahora todo el amor que sentí por ti? Ese amor se ha transformado en desprecio, y aun a si todavía le dedico líneas llenas de nostalgia e incluso odio, tal vez son demasiadas las heridas que se han abierto de nuevo, tal vez las he descuidado bastante y ahora han vuelto.
Pum pum, pum pum, los latidos siguen pero cada vez son más débiles, pum pum, pum pum… Espera, ¿por qué tengo que rendirme ahora?, ¿por qué no puedo volver a cicatrizar las viejas heridas? Un pequeño destello se ve entre las nubes, una pequeña luz acaba con el amanecer rojo y negro. Si, ahí está, la esperanza, la misma esperanza que me ha mantenido a flote durante largos años.
Se acabó, vuelvo a tapar las heridas y a levantarme del suelo mojado sobre el que estoy, a sido suficiente, la bomba de relojería que lleva tanto tiempo intacta aparece ahora de forma amenazadora. No tendré reparo alguno en dejarla explotar y no estoy segura de cuando sucederá eso. Pero de lo que sí que estoy segura es de que no volveran a sangrar las heridas, no volverán a abrirse, eso ya se acabó, ahora es el momento de levantarse y sanar de nuevo esas viejas cicatrices para protegerme a mí misma, para levantarme día tras día.
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