Los días van pasando lentamente, de manera tortuosa, sin dejar que la osada velocidad irrumpa en la estancia para envolver al reloj y hacerlo desprenderse de su habitual y lento tic – tac.
Eso hace que la agonía que siento con cada segundo (bueno, más bien la rabia) vaya en aumento debido a la falta de respuestas, a la falta de la respuesta que me muestre porque razón hiciste lo que hiciste. Y es que no te entiendo, eres, a decir verdad, aquello que busqué durante tanto tiempo pero que tampoco entiendo, en ocasiones te siento cercano pero a la vez me resultas tan extraño que no consigo entender el porque de tus acciones.
La lentitud del tiempo no hace más que aumentar el agravio que siento, no es más que un veneno del cual no tuve opción de escapar, ni de elegir, y que de una forma irónica, es el tiempo lo que cura ese veneno, el antídoto es el propio veneno.
Y es que tras reflexionar me he dado cuenta de que no mereces la pena, y gracias a dios es mi cabeza la que habla ahora, y no mi corazón.
Jamás mereciste haberme conocido, haber sabido si quiera de mi existencia. Pero el destino es una fuerza curiosa, algo poderoso que juega con nosotros y que, por mucho que nos escondamos, nos acaba encontrando. La diferencia, es que yo elijo mi propio destino, soy la única dueña, y eso me ha llevado a rechazar, de momento, el amor y todo lo referente a ese tema.
Ahora mismo el amor y yo somos dos imanes con igual polaridad que se repelen al acercarse el uno al otro.
Porque como dijo Francisco De Quevedo, "el amor es un sueño bien, un mal presente, es un breve descanso muy cansado". Por esa razón, esperaré al amor desde mi balcón, pero no lo buscare.
Dejare que sea el viento del norte el que tras ser mandado por el tiempo traiga la tardía primavera. Dejaré que la vida juegue sus cartas a su manera, mientras que yo, siendo la capitana de mi alma, curaré y alentare al desgastado corazón con el que la vida se empeñó con jugar.
Esperaré las cartas del destino aunque no valga la pena, hasta que por un clamor del cielo, el último hálito de vida se desprenda de mi cuerpo. Hasta que sea el tiempo lo que recoja la última lagrima de rotos corazones.
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