jueves, 26 de mayo de 2011

cuatro lágrimas por cada nombre pronunciado

Cada día pienso más en lo que podría haber pasado entre los dos, y es que me duele reconocer que no dejo de pensar en ti aunque lo único que hicieras fuera cubrirme con palabras bonitas y promesas realmente vacías. No sé lo que siento por ti, a veces te quiero, a veces te odio, pero es verdad que pienso en ti…. Que pienso más de lo que te mereces en ti.
El problema es que soy demasiado orgullosa como para aceptar que sufro por tu culpa, el problema es que el orgullo me impide mostrar debilidad por lo que pueda sentir hacia ti. Es por eso que por cada vez que tu nombre es pronunciado cuatro lágrimas caen de mis pupilas, pero siempre en silencio, siempre en soledad para no mostrar el daño que me has hecho y a sí intentar conseguir aliviar las punzadas que siento cuando utilizan tu desgracia como objeto de burla o de entretenimiento.
Supongo que después de todo siento algo por ti, aunque solo sea el cariño más superficial del mundo, sé que hay algo dentro de mí que se preocupa por encerrarse tras un muro de piedra donde pase inadvertido cada vez que escucho tu nombre o las noticias sobre ti llegan a mis oídos. Tu nunca vas a leer esto, porque nunca te conté de su existencia, y ahora me alegro de no haberlo hecho pues sé que desear verte fue un error del que ahora me arrepiento y pago con ráfagas de tristeza.
Y voy a confesar, que es aquí donde no me oculto, donde soy tal y como siempre he sido, sin máscaras, ni camuflaje, ni nada. Por eso, ya que es aquí donde no me escondo, te diré, Gabriel, que todavía hoy, después del tiempo que ha pasado, sigo pensando en lo que podría haber pasado entre tú y yo, en lo que podríamos haber vivido si tus palabras se hicieran realidad, y si tus frases de cariño hubiesen sido de verdad...    
  
                        
 te odio por los falsos "te quiero". Te quiero porque me sentía viva con tus palabras.

miércoles, 11 de mayo de 2011

viejas heridas

 El amanecer que ante mis ojos se contempla se levanta rojo y negro, manchando el cielo en una oscuridad que ni la mismísima noche puede llegar a alcanzar.
Esos colores son los que me cubren ahora mismo.
Las gotas escarlata caen lentamente, haciendo del día a día la agonía de ver como el pequeño mundo en el que estoy se desploma sin previo aviso, dejando al descubierto las heridas que anteriormente guardaba tras un muro impenetrable  llenas con los desquebrajados trozos de lo que en su día fue un corazón.
El palpitar cesa a cada segundo que pasa.
Y es ahora, con el cielo nuboso sobre mí y las pequeñas gotas de agua acariciándome el rostro cuanto he llegado a mi límite de fuerzas. Toda esta masa de dolor se expande ahora como un tumor sin dar opción alguna al antídoto.
Dijiste que siempre estarías conmigo pero, ¿dónde estás ahora que te necesito?, ¿y dónde está ahora todo el amor que sentí por ti? Ese amor se ha transformado en desprecio, y aun a si todavía le dedico líneas llenas de nostalgia e incluso odio, tal vez son demasiadas las heridas que se han abierto de nuevo, tal vez las he descuidado bastante y ahora han vuelto.
Pum pum, pum pum, los latidos siguen pero cada vez son más débiles, pum pum, pum pum… Espera, ¿por qué tengo que rendirme ahora?, ¿por qué no puedo volver a cicatrizar las viejas heridas? Un pequeño destello se ve entre las nubes, una pequeña luz acaba con el amanecer rojo y negro. Si, ahí está, la esperanza, la misma esperanza que me ha mantenido a flote durante largos años.
Se acabó, vuelvo a tapar las heridas y a levantarme del suelo mojado sobre el que estoy, a sido suficiente, la bomba de relojería que lleva tanto tiempo intacta aparece ahora de forma amenazadora. No tendré reparo alguno en dejarla explotar y no estoy segura de cuando sucederá eso. Pero de lo que sí que estoy segura es de que no volveran a sangrar las heridas, no volverán a abrirse, eso ya se acabó, ahora es el momento de levantarse y sanar de nuevo esas viejas cicatrices para protegerme a mí misma, para levantarme día tras día.