El alma murió en los rincones de la conciencia. Dejó las últimas páginas de su historia en blanco, sin final, sin creatividad, sin un punto que le diese la distinción de un gran cantar de gesta.
Se convirtió en la ilustre imagen de la muerte arrinconada en los oscuros escondrijos de sus ojos.
No sentía luz, no sentía felicidad. Quería gritar, pero no tenía voz, sentía la impotencia de no poder hacer nada ante el dolor que retumbaba en su pecho sin vida, se creaban ecos de lamentos perdidos, voces que reclamaban los pedazos de la poca humanidad que le quedaba.
No sabía como enfrentarse a la vida, y es que llovía, no es sus ojos, hacia mucho que ni las lágrimas brotaban en sus oscuros ojos, totalmente muertos. No quería vivir, era un alma encerrada en un cuerpo humano, atrapada por los barrotes de los años desgraciados, arrastrada por un viento que solo aumentaba su dolor.
Había intentado vivir, había intentado resurgir, pero las pesadillas habían vuelto para atormentarla, los recuerdos eran demasiados, los lamentos y la culpabilidad, inmensos.
Las estrellas dejaron de guiarla, la luna se había caído del cielo pues no aguantaba más, se sentía perdida, no había lapiz, ni papel, algo dejó de funcionar en su cabeza en el momento en el que el pasado resurgió, ya no sentía nada. Y asustaba, daba pánico perderse a si mismo, no veía luz alguna que le diese la mano una vez más.
Estaba cansada de luchar, cansada de caminar. Por lo que se exilió en el reino de los muertos, dejó que fuesen los años los que fuesen disipando de alguna forma el veneno que se había anclado a su corazón, se dejó caer... Se dejó llevar por el olvido.
sábado, 30 de noviembre de 2013
Ni lapiz, ni papel
sábado, 16 de noviembre de 2013
Gritos silenciosos
Miedo.
Esa era la emoción que se había apoderado de ella, algo que hacía un gran tiempo que no sentía había vuelto. Luchaba por mantener su cerebro ocupado, sabía que así conseguiría mantener a ralla todos esos pensamientos con los que mantenía un batalla infernal... Era un roce, un acercamiento cercano a la desesperación que se había aferrado ferozmente en su corazón.
Un tic-tac lejano sonaba, pero no en un reloj, sino en su cabeza. Un movimiento que convertía en estremecimiento cada sonido, y es que esta vez la amenaza, era real. No se trataba de un pensamiento o incluso un sentimiento, no era un "¿qué?" sino un "¿quién?", y eso, lo hacía más difícil. Sabía como pelear contra los pensamientos, sabía vencer al dolor y aplacar lo justo a la tristeza, pero ¿cómo se lucha contra una persona de carne y hueso? lo desconocía... Y eso le aterraba, hacía que se sintiese frágil.
Hace algún tiempo que comprendió que los fantasmas solo están en las cabezas de las propias personas, comprendió que la luz se puede encontrar incluso en los rincones más oscuros del alma y gracias a eso consiguió volver a sentir que tenía las riendas de su vida, pensando de esa forma que ella era quien controlaba su destino. Era alguien que luchaba contra los monstruos que se escondían bajo la cama, nacida para soñar, siempre llevó el arte en su piel, recorría su cuerpo como la sangre y llenaba su corazón. Conocía el significado de amar, las verdaderas lágrimas de dolor, la crueldad con la que la vida podía llegar a golpear. Aprendió a envolver su corazón del más duro diamante para evitar la vulnerabilidad, sacó de las palabras el consuelo que necesitaba, se volvió fría. Hasta que se cansó. De nada servía convertirse en un ser incapaz de sentir nada salvo desconfianza y dolor, por lo que volvió a ser alguien con un corazón abierto, pero prudente, al fin y al cabo sabía como era la realidad. Ya no era una niña.
Emociones. Siempre habían estado muy latentes en ella, era alguien realmente emocional, con una gran capacidad para sentir empatía y cuando se dio cuenta de ello lo usó para crecer como persona. Esa capacidad emocional aumentó su faceta artística e hizo de ella una persona más fuerte y sensata. El poder estaba en su mente, era capaz de destacar sobre el resto de la gente y lo sabía. Quería dejar su huella en un mundo que perdía la esperanza. Se volvió segura.
Por esa razón volver a sentir miedo la bloqueaba, hacía demasiado tiempo que no le daba realmente miedo perder a alguien... Y estaba aterrada. Lo único que podía hacer era esperar, esperar entre cuatro paredes despiadadas que hacían que de nada sirviera todo lo aprendido años atrás. No controlaba su mente, no sabía qué pasaría ni era capaz de aferrarse a lo que sabía.
¿Y si volvían los fantasmas? ¿y si perdía la confianza? no quería ni pensarlo, por lo que lanzaba gritos silenciosos a una oscuridad demasiado vacía. No había sueños, no había luz, no en ese momento, solo podía sentir un miedo demasiado humano ahogado en los gritos de una espera interminable.
Lo apostaba todo, se había cansado de ir a medias, sabía que para ganar había que arriesgar y era plenamente consciente de qué pasaría si perdía, pero tenía que intentarlo. Ya no era un simple juego, y eso era peligroso. Si perdía sabía que su demonio podía volver, podía romper todas las cadenas con las que se le había encadenado y resurgir.
Podía convertirse en un monstruo, ya lo había sido antes, cuando todo estaba oscuro dejó que su bestia interior la dominase haciendo que llegase a preguntarse en qué se había convertido, no quería tener que volver a hacerlo.
Renació, o más bien se recuperó, de todo, de todos... Curó sus heridas en la medida de lo posible, las cosió, las vendó, esperó un tiempo y volvió a salir al mundo, surgiendo lo que era ahora, una chica con una gran capacidad para ver la luz de las personas... Pero también su oscuridad.
De nada le servían la gran mayoría de esas cosas ahora mismo, la espera era una despiadada jugadora y experimentaba con sus emociones. No era fácil hacerla frente cuando ponía a su corazón como un arma dispuesta a masacrarla.
Volvió a su castillo de fantasía intentado olvidarse de su vida durante el tiempo necesario. Pero una pregunta no dejaba de acosarla tras los campos ilusión; ¿quién ganaría? ¿el ángel o el demonio?
y en caso de perder... ¿renacería el monstruo humano?
Miedo.
El peor enemigo de la humanidad mantenía una silenciosa batalla es su cabeza.
Luchaba por la desesperación, mientras que ella se aferraba con dientes y garras a la ilusión.
Esa era la emoción que se había apoderado de ella, algo que hacía un gran tiempo que no sentía había vuelto. Luchaba por mantener su cerebro ocupado, sabía que así conseguiría mantener a ralla todos esos pensamientos con los que mantenía un batalla infernal... Era un roce, un acercamiento cercano a la desesperación que se había aferrado ferozmente en su corazón.
Un tic-tac lejano sonaba, pero no en un reloj, sino en su cabeza. Un movimiento que convertía en estremecimiento cada sonido, y es que esta vez la amenaza, era real. No se trataba de un pensamiento o incluso un sentimiento, no era un "¿qué?" sino un "¿quién?", y eso, lo hacía más difícil. Sabía como pelear contra los pensamientos, sabía vencer al dolor y aplacar lo justo a la tristeza, pero ¿cómo se lucha contra una persona de carne y hueso? lo desconocía... Y eso le aterraba, hacía que se sintiese frágil.
Hace algún tiempo que comprendió que los fantasmas solo están en las cabezas de las propias personas, comprendió que la luz se puede encontrar incluso en los rincones más oscuros del alma y gracias a eso consiguió volver a sentir que tenía las riendas de su vida, pensando de esa forma que ella era quien controlaba su destino. Era alguien que luchaba contra los monstruos que se escondían bajo la cama, nacida para soñar, siempre llevó el arte en su piel, recorría su cuerpo como la sangre y llenaba su corazón. Conocía el significado de amar, las verdaderas lágrimas de dolor, la crueldad con la que la vida podía llegar a golpear. Aprendió a envolver su corazón del más duro diamante para evitar la vulnerabilidad, sacó de las palabras el consuelo que necesitaba, se volvió fría. Hasta que se cansó. De nada servía convertirse en un ser incapaz de sentir nada salvo desconfianza y dolor, por lo que volvió a ser alguien con un corazón abierto, pero prudente, al fin y al cabo sabía como era la realidad. Ya no era una niña.
Emociones. Siempre habían estado muy latentes en ella, era alguien realmente emocional, con una gran capacidad para sentir empatía y cuando se dio cuenta de ello lo usó para crecer como persona. Esa capacidad emocional aumentó su faceta artística e hizo de ella una persona más fuerte y sensata. El poder estaba en su mente, era capaz de destacar sobre el resto de la gente y lo sabía. Quería dejar su huella en un mundo que perdía la esperanza. Se volvió segura.
Por esa razón volver a sentir miedo la bloqueaba, hacía demasiado tiempo que no le daba realmente miedo perder a alguien... Y estaba aterrada. Lo único que podía hacer era esperar, esperar entre cuatro paredes despiadadas que hacían que de nada sirviera todo lo aprendido años atrás. No controlaba su mente, no sabía qué pasaría ni era capaz de aferrarse a lo que sabía.
¿Y si volvían los fantasmas? ¿y si perdía la confianza? no quería ni pensarlo, por lo que lanzaba gritos silenciosos a una oscuridad demasiado vacía. No había sueños, no había luz, no en ese momento, solo podía sentir un miedo demasiado humano ahogado en los gritos de una espera interminable.
Lo apostaba todo, se había cansado de ir a medias, sabía que para ganar había que arriesgar y era plenamente consciente de qué pasaría si perdía, pero tenía que intentarlo. Ya no era un simple juego, y eso era peligroso. Si perdía sabía que su demonio podía volver, podía romper todas las cadenas con las que se le había encadenado y resurgir.
Podía convertirse en un monstruo, ya lo había sido antes, cuando todo estaba oscuro dejó que su bestia interior la dominase haciendo que llegase a preguntarse en qué se había convertido, no quería tener que volver a hacerlo.
Renació, o más bien se recuperó, de todo, de todos... Curó sus heridas en la medida de lo posible, las cosió, las vendó, esperó un tiempo y volvió a salir al mundo, surgiendo lo que era ahora, una chica con una gran capacidad para ver la luz de las personas... Pero también su oscuridad.
De nada le servían la gran mayoría de esas cosas ahora mismo, la espera era una despiadada jugadora y experimentaba con sus emociones. No era fácil hacerla frente cuando ponía a su corazón como un arma dispuesta a masacrarla.
Volvió a su castillo de fantasía intentado olvidarse de su vida durante el tiempo necesario. Pero una pregunta no dejaba de acosarla tras los campos ilusión; ¿quién ganaría? ¿el ángel o el demonio?
y en caso de perder... ¿renacería el monstruo humano?
Miedo.
El peor enemigo de la humanidad mantenía una silenciosa batalla es su cabeza.
Luchaba por la desesperación, mientras que ella se aferraba con dientes y garras a la ilusión.
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