Caminaba por la calle, sola, con un techo de nubes negras cubriéndome la cabeza. Mis pies no hacían más que moverse por el empedrado suelo, sin saber que hacer, sin saber donde ir... Una paloma pasó volando ante mis ojos, alejándose de la tormenta. Me paré y me quedé ahí, observando como el pájaro volaba lejos, hacia los últimos rayos de sol que las nubes no habían devorado.
"¿Qué se sentiría al volar? siempre me había preguntado como se sentirán esos animales capaces de alejarse de las cosas, de ir a los lugares más recónditos de la tierra. ¿Qué sentirían al ser... libres?"
Una gota cayó del cielo, y después otra, acariciándome la piel hasta que mi cuerpo y el agua se fundieron hasta convertirse en uno. Miré al cielo y dejé que las gotas me mojasen la cara.
"Libertad... añoraba la libertad, hacía tanto tiempo que me sentía atrapada en esta jungla de asfalto que ya no recordaba lo que era liberarse de esas ataduras, sentir que puedes alcanzarlo todo, que no hay obstáculo lo bastante grande como para detenerte. No, yo ya no recordaba eso, me sentía perdida, sin rumbo o destino al que llegar..."
Aparté la vista de las nubes y caminé hasta que ya, cuando me encontré agotada, me senté en un banco de madera que estaba rodeado de arbustos. Miré al horizonte, la basta ciudad de extendía hasta donde mi vista alcanzaba a ver. Fue entonces cuando noté un sabor salado en mi boca, las lágrimas habían empezado a brotar y se resbalaban por mis mejillas.
"...Y la soledad, cada vez era más fuerte, me llamaba deseando que volviera a sus negras entrañas. Me retaba y me tentaba, ella me ofrecía una vida con una extraña calma, un lugar en el que poder llorar sin que le importase a nadie, un pequeño rincón en el que dejar de sentir. Pero yo no quería llorar, quería vivir con una una sonrisa por bandera, y tampoco quería esa falsa paz que me atormentaba y hacía resurgir todos mis demonios. Sólo quería volver a sentirme bien, volver a sentirme libre..."
Tenía la cabeza apoyada en las manos, cerraba los ojos con fuerza intentando eludir los pensamientos que pasaban por mi cabeza y los sentimientos que afloraban en mis ojos. En ese momento levanté la vista y la vi, ahí de pie, empapada por la lluvia, mirándome con sus ojos verdes, que expresaban que ella estaba conmigo, que no estaba sola. Cuando nuestras miradas se juntaron se acercó y me extendió la mano.
"Estaba tan perfecta como siempre, su pelo la caía empapado por la espalda y se le pegaba a la cara, su cara... No mostraba preocupación, sólo quería convencerme de que todo saldría bien. Y... puede que tuviera razón"
Acepté su mano y me levanté, durante un momento nos miramos, hasta que segundos más tarde me acercó hacia ella y me abrazó. Y en la lejanía, unos rayos de sol atravesaron las negras nubes.
"Tenía razón, ahora lo sabía, no estaba sola. Ella estaba conmigo y mientras eso fuera así nada malo ocurriría. Siempre tendría su mano tendida dispuesta a impedirme que cediera ante la soledad y la tristeza. Con ella podía con todo, con el mundo entero. No necesitaba nada más, solamente esa sonrisa que cada día me devolvía la fuerza"
martes, 12 de febrero de 2013
domingo, 10 de febrero de 2013
Quiero pensar que llegaré a ser alguien grande, que es mi destino alcanzar los grandes escenarios.
Ya he oído decir que no lo conseguiré y que no es más que algo de lo que no se puede vivir. Pero eso no me basta. Alguien tiene que conseguirlo y ¿por qué no voy a ser yo?
La gente solo sabe decir eso, "es una tontería" que equivocados están... Si ellos supieran lo que es estar ahí arriba con la luz de los focos iluminándote, viendo todas las miradas puestas en ti, no dirían eso.
Para que crean en ti primero tienes que empezar creyendo tú mismo en ti, tienes que desearlo, ser un incorfosmista que quiere la gloria.
Y no rendirte, nunca.
jueves, 7 de febrero de 2013
Sueños de una noche
La luna estaba alta en un cielo plagado de estrellas, su tenue luz se colaba como una intrusa bien recibida por la ventana de mi habitación. Ella estaba conmigo, dormida en una relajación infinita, y yo, apoyada sobre un codo y acariciándole lentamente el pelo, me encontraba en un sueño.
Me gustaba verla dormir, podía observarla tranquilamente durante horas y ver su rostro, tan relajado que parecía que nada podía perturbarla. La luz de la luna caminaba por su blanca piel, haciendo que pareciera un ángel que brillaba con una luz propia. No sabía de donde salía aquella luz, pero me hacía sentir fuerte y segura, cuando estaba con ella sentía que nada el mundo podía pararme, que era invencible.
"Y es ahí, cuando sientes que con ella puedes llegar a ser la persona más grande del mundo, cuando te das cuenta de un detalle del que antes no te habías parado a pensar; tienes miedo a que desaparezca, a que por un error la pierdas y no vuelva. Y, ¿por qué? por la misma razón por la que sabes que harías cualquier cosa para garantizar su felicidad, porque te has enamorado. Y te aterra perderla."
Mis dedos recorrían su espalda una y otra vez, pasando por cada palmo de piel como si de un camino de tratase. Acerqué mis labios a su mejilla y la besé, se dibujó una leve sonrisa en sus labios pero no se despertó. ¿Qué estaría soñando? Eso era algo que no podía saber ya que ella solía reservarse ciertos pensamientos, pero me daba igual, ella era mía y yo era suya, y eso era algo que no se podía cambiar... En ese momento se dio la vuelta y el brazo que me rodeaba la cintura me acercó más a ella, hasta tener su cabeza apoyada en mi pecho.
Miré hacia la ventana, las calles estaban iluminadas por la luz que desprendían las farolas y el cielo se veía con un estampado de estrellas interminables. Me di la vuelta, en unas horas el sol reclamaría el dominio de la ciudad, era hora de dormir. La rodeé con mis brazos y cerré los ojos dejándome llevar por el dulce aroma que desprendía su piel.
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