jueves, 5 de diciembre de 2013

Erotismo

Fue entrar en casa y lanzarme hacia ella, estaba jodidamente sexy y yo no podía más, así que le arranqué la camiseta sin ningún tipo de delicadeza en cuanto se cerró la puerta.
No quería hablar, solo quería poseerla, así que la cogí de las muñecas para que no pudiera moverse y la puse contra la pared, dejándola totalmente a mi voluntad.
La besé el cuello, se lo mordí, notaba como sus pulsaciones aumentaban y como sus brazos hacían fuerza para liberarse de mis manos, pero yo era más fuerte que ella y no pensaba dejar que llevase el control. Necesitaba las manos asi que la llevé a la habitación y con un pañuelo até sus muñecas al cabecero de la cama.
Era totalmente mía.
Bajé, arañé su espalda mientras mordía sus pezones. Mientras mi lengua disfrutaba de aquel momento mis dedos fueron bajando muy lentamente, disfrutando de cada milímetro de piel, hasta que llegué abajo, y como no, ella estaba totalmente extasiada. Yo sabía que quería que la hiciese totalmente mía, pero las cosas no iban a ir tan rápido, este era mi momento y no iba a tener la benevolencia de acabar cuanto antes, por lo que me quedé ahí, acariciando, jugueteando, dejando que fuese la lengua la que llevase el ritmo de sus contracciones. Fue cuando ya no pudo más cuando la metí los dedos, rápido, fuerte, sin parar, sin darle una tregua para respirar.
Gritaba, tiraba del pañuelo para liberarse, pero estaba bien sujeta. Sabía que estaba deseando soltarse, llenarme la espalda de marcas y no soltarme, gritarme al oído y moverse pegada a mi, y el no poder hacerlo, la excitaba aún más. Y al final, cuando ya no podía más, arqueó la espalda y tras un largo grito, cayó, perdiendo toda la tensión de sus brazos, quedándose jadeando y agotada en mi cama.