Ella se encontraba tumbada en la cama, mirando la pintura cada vez más desgastada de la pared, pensaba en cómo sería su vida si nada hubiera pasado, o si hubiera pasado de otra manera. Se sentía sola, necesitaba volver a ver la sonrisa que tanto la había hechizado, pero eso cada vez estaba más y más lejos, con cada nuevo daño la distancia aumentaba, se encontraba perdida, rota ante una humanidad cada vez más inhumana.
Se levantó y salió de la casa, dirigiéndose al sitio especial al que siempre iba cuando se encontraba así, un lugar donde nadie podía encontrarla, donde su vida era totalmente suya y sólo dependía de ella.
El sol cada vez estaba más alto y el viento soplaba, pero ella ni siquiera lo sentía, ¿A eso había llegado? ¿A no sentir ni la llamada del viento? Ya nada la llenaba, no sentía el calor del sol ni la alegría del escenario.
Ni siquiera había oscuridad, se sentía tan vacía y tan sola que ni la soledad se había molestado en llamarla. Y es que la necesitaba, tenía la necesidad de sentir aquella sonrisa otra vez, necesitaba su mirada tanto como necesitaba el oxígeno para vivir. Y hacía todo lo posibe por mantenerla feliz... Pero parecía que no era suficiente.
¿Llegaría a ser alguien? ¿Podría demostrar a todos que se equivocaban? Ya no estaba segura de nada, su sueño empezaba a fragmentarse y empezaba a pensar que no era más que una persona corriente con un sueño demasiado grande. No sentía nada, nada salvo la incertidumbre de un corazón sin rumbo.
Se sentó mirando hacia el horizonte y se quedó quieta, intentando escuchar las voces que traía el viento, ellas podían llevarle las respuestas que necesitaba si era capaz de volver a prestar atención. Y tal vez, con eso, volvería a sentir el calor del sol... Tal vez, volvería a ver su sonrisa mágica y sus ojos llenos de amor.