Oigo tus pisadas al andar, allá a lo lejos, cada vez más distantes a mí, alejándose entre la niebla. Siento que no puedo alcanzarte, que ya no puedo alcanzarte...
Cuando se produce una despedida el tiempo se encarga de que poco a poco vayas olvidando los hechos insignificativos que has vivido con esa persona. El rastro que la amistad dejó por las calles se hace cada vez más imperceptible, el tiempo lo borra, al igual que las lágrimas derramadas por la separación dejan de caer, evaporándose ante la salida de un nuevo amanecer.
Con el tiempo nos acostumbramos a estar sin la persona que perdimos, pero no olvidamos todo lo que vivimos. Aprendes a encontrar la fuerza necesaria para obligarte a no olvidar a la persona por la que tanto has llorado, reído… vivido.
Con este día se cumplen cinco años desde que te marchaste, y siento que ya no puedo alcanzarte. Ahora solo puedo recurrir a los recuerdos… pero no son más que eso, recuerdos.
